martes, 16 de febrero de 2010

Diálogos entre los días. I


Siguiente corteza entre sus letras blandas y la delicadeza del movimiento de mi lengua reclamando por un orden dentro de su insignia.

Decifrando el cronómetro y la cualidad de un reloj por aparecer en los momentos indicados para recorrer las cifras.
Hay un baúl de miradas allá fuera. Me tomo la molestia de tocar los bordes de mi cuerpo para sentir los poros respirar clavando mensajes a las huellas de mis dedos.
Niego creerme cercana a las manías, soy más cabal; aunque interactuando con la mente aún no hallo el espacio para expresar lo inexistente.

Entre las profundidades de una manñana fría y cafeinómana ahí está el hilo, infinita tira colgandose de la vida.
Cuando el primer rayo de luz roza las pupilas, imagino el cúmulo de súbitas actividades que puedo acometer. Sin embargo continuo moviendo los pies sin detenerme en rumbo bies.

Las personas que se atraviesan suelen ser descompuestas por mi atacante mirar.
Cada vértice en el ser humano es dispar.
Todas esas diferencias hacen que considere teorías acerca de nuestras interacciones. Además de cómo el concepto de belleza es tan degradante. Si tan sólo se observara más allá, tendríamos herramientas para dejar de juzgar... (aunque sea un momento, aunque sea uno)

El día se acelera hasta llegar a un horario donde mis inmovilizadas ideas se irradian. Soy una alimaña entre praderas. Cazando palabras, alimentando designios.

No obstante mi incompetencia instaurada por una noción social del orden de la jornada, me lleva a donde Morfeo crea. Terminando así con los placeres culminantes del anochecer.

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