lunes, 20 de junio de 2011

Peso inexistente.





Al parpadeo de la arena, recorría el perfil del disfraz de un ayer. Ninguna belleza que observó lo mantuvo inmóvil, prefirió elevarse hacia los límites de los agujeros que rodean lo desconocido. Creía que los colores sobresalían de lo tenue que lo enlazaban; pensó que los infinitos no eran más que mares de pulsaciones en un sueño ajeno, una suave correlación. Carencia de umbría, floreciendo cada pétalo que arrojaban sin cesar. Al final cabal visión, creación sin pasión.
Adentro de una excesiva frugalidad, aquel vacío afinando, lo falso de aquellos componentes del espíritu sincero y la cohesión de lo centellante.
Huye, huye a consumir gigantes blancas para intentar sentir la envergadura del bienestar,
intentos fallidos de claridad.
Lejos de cualquier furor, escapó a los brazos de un universo que reluce cada anochecer. Ese universo bravucón con amaneceres. Así, flotando para sentir ligereza somática, abriendo camino a la unificación de fragmentos, pretendiendo rebrotar en el yo que nunca pudo ser.

No hay comentarios:

Mitoteros